1.
La quiebra del capitalismo
En octubre de 1929, el
hundimiento de las cotizaciones en la Bolsa de Nueva York puso en marcha un
proceso que llevó a la quiebra de la economía mundial. El colapso de la Bolsa
fue seguido de la crisis financiera y, después de la industrial y agrícola.
Lo que comenzó como un
simple descenso de las cotizaciones en la Bolsa de Nueva York, se convirtió en
poco tiempo en la mayor crisis en la historia del capitalismo. Desde 1925, las
cotizaciones de las acciones en la bolsa Wall Street, subían sin cesar y
acumulaban beneficios extraordinarios. Los bancos, los empresarios y numerosos
particulares invertían de forma creciente en una actividad que parecía ofrecer
enormes y seguros beneficios. La fácil obtención de créditos para comprar
acciones en la bolsa aumentó, aún más, la especulación. La diferencia entre el
precio cada vez más elevado de las acciones y la actividad real de las empresas,
mucho menos boyante que su cotización en bolsa, no paraba de crecer.
Los indicios de que
algunas cosas no funcionaban bien antes de 1929 habían sido numerosos. Desde
1925, los valores de las materia primas bajaban las dificultades económicas de
Reino Unido eran evidentes y habían arrastrado al sistema monetario
internacional a una situación confusa, la producción industrial alemana estaba
estancada desde 1927, y el comercio internacional pasaba por un largo período
de atonía. Desde comienzos de 1929, el índice de la Bolsa neoyorquina se fue estancando.
Las autoridades gubernamentales se sentían seriamente preocupadas por los
acontecimientos, sobre todo por el crédito descontrolado. El jueves 24 de
octubre se puso a la venta un número muy elevado de acciones, lo que se tradujo
en una caída de los precios, que continuó en los días siguientes. Aquel día,
bautizado como el jueves negro, señaló el final del alza permanente de valores.
Muchos inversores pusieron en venta sus acciones para devolver el dinero que
habían pedido prestado, lo que acentuó la caída de Wall Street.
El índice bursátil se
hundió en pocos meses. El pánico se apoderó de los inversores y, que los lanzó
a la venta masiva de valores, hizo fracasar los intentos de algunos bancos para
frenar la caída de las cotizaciones por medio de la compra de acciones. La
crisis en un principio bursátil, se fue extendiendo por los demás sectores de
la economía y afectó gravemente a todos ellos. Además desde Estados Unidos se
extendió al resto del mundo y, de esta manera, adquirió un carácter global.
La quiebra bursátil se
convirtió en una crisis financiera, afectando el pánico a la banca, que se
encontró atrapada entre unos inversores que no podían devolver los créditos
recibidos antes del crack y unos ahorradores que corrieron a rescatar sus
fondos, temerosos de perderlos. Muchos bancos no pudieron hacer frente a esta
situación precipitándose en la ruina. De los 23 mil bancos estadounidenses, 5
mil quebraron haciendo perder sus ahorros a millones de ciudadanos.
Del sector financiero
la crisis se extendió a la economía productiva. La paralización de la concesión
de créditos y las quiebras bancarias afectaron a la financiación de la
industria limitaron el consumo de los
ciudadanos. Muchas fábricas se vieron forzadas a cerrar ante la disminución de
la demanda y la imposibilidad de seguir abasteciéndose de materias primas y de
maquinaria o de obtener pagos a cuenta. La industria estadounidense pasó de la
expansión a una situación de superproducción y almacenaje excesivos que
ahogaban las finanzas de las empresas. La debilidad de la demanda facilitó la
bajada de los precios, la caída de los beneficios y el cierre de un número
creciente de empresas industriales.
El campo vio acentuadas
las dificultades que arrastraba desde el final de la Gran Guerra. El descenso
del os precios y de la demanda, así como la falta de créditos de los bancos,
llevaron a la ruina a centenares de miles de campesinos, incapaces de hacer
frente a sus deudas. Expulsados de sus tierras, se convirtieron en braceros o
acudieron a las ciudades en busca de trabajo, en un momento en el que el paro
en estas crecía rápidamente.
De las consecuencias de
la crisis, la más significativa fue el aumento del paro. En pocos meses se quedaron
sin trabajo millones de estadounidenses en todos los sectores económicos:
industria, agricultura y servicios. El aumento del desempleo provocaba la
reducción de la demanda, lo que, a su vez, implicaba un descenso de la
producción y un agravamiento de los problemas.
Pero la crisis surgida
en estados Unidos se extendió rápidamente por todo el mundo y afectó a casi todos
los países. La interdependencia de todas las economías facilitó la expansión de
la depresión. Los primeros países a los que alcanzó la crisis fueron los que
basaban su economía en la producción de materias primas. Ya estaban afectados,
desde años atrás, por la reducción del valor de sus productos, y la crisis
comportó la disminución de la demanda y de los precios. Se vieron obligados a
malvender los stocks crecientes o, simplemente a destruirlos.
Entre 1930 y 1931 la
depresión llegó a Europa. La causa inmediata del estallido de la crisis en
Austria y Alemania fue la repatriación de los capitales estadounidenses, que
precipitó el hundimiento de sus economías. No obstante, a finales de 1931, las
quiebras bancarias ya se extendían por todo el continente.
Caso aparte fue el de
la URSS. Aislada económicamente del resto de los países a causa de su régimen
comunista, no sufrió las consecuencias negativas de la depresión. En 1928 había
iniciado el primer plan quinquenal cono el objetivo de crear una potente
industria pesada, al tiempo que se colectivizaban los medios de producción, en
especial la tierra. Los años siguientes fueron de crecimiento espectacular y
convirtieron a la URSS en objeto de admiración, además de en una potencia económica
mundial. La planificación económica soviética atrajo el interés de Occidente y
pronto fue asumida por algunos partidos socialdemócratas, y en cierto modo, por
los nazis.
2.
Las consecuencias de la Gran
Depresión
El hundimiento de los
sectores económicos sentó un precedente en la historia del capitalismo. El sector
industrial fue el más afectado por la crisis. La producción industrial en el
mundo descendió casi un 40% entre junio de 1929 y julio de 1932. Los sectores
más afectados fueron el siderúrgico y el de fabricación de bienes de consumo no
imprescindibles, como los automóviles, cuya producción se redujo a una tercera
parte en tres años. El sector agrario, la crisis se manifestó no tanto por la caída
de la producción como por el total hundimiento de los precios y el descenso de
la demanda. Los precios agrícolas disminuyeron en Estados Unidos en un 57%
entre 1929 y 1932, y la caída del poder adquisitivo de los habitantes de las
ciudades se puso de manifiesto en la reducción del consumo, incluso de
alimentos. Las acciones desesperadas de los campesinos destruyendo sus cosechas
contrastaban con la penuria alimentaria en la que vivían millones de familias
empobrecidas.
Las consecuencias
sociales fueron evidentes y, supuso la destrucción masiva de puestos de trabajo
en todos los sectores económicos. El crecimiento del paro fue especialmente grave
ante el escaso desarrollo de los sistemas de protección social. Los países que
habían establecido con anterioridad algunas medidas protectoras, como Alemania,
Reino Unido, etc., tuvieron grandes dificultades para atender los costes
sociales derivados del paro masivo. El desempleo prolongado suponía verse
abocado a la miseria. La mendicidad, los asilos de noche y los comedores
sociales e multiplicaban en unos países acostumbrados a la abundancia y
aterrados ante una situación que no comprendían.
El contraste entre
ricos y pobres era cada vez mayor, y las diferencias entre los que conservaban
el trabajo y los que lo habían perdido eran enormes, ya que para estos últimos
el acceso a la comida constituía un verdadero problema. La miseria resultaba
difícil de entender cuando en el campo se destruían parte de las cosechas. La sensación
de injusticia aumentaba al a vista de quienes encontraban al abrigo de los
efectos de la crisis: los funcionarios con un empleo estable; los ahorradores,
que con los precios a la baja veían subir el valor real de sus rentas; los
jubilados, que tenían aseguradas sus retribuciones.
Las primeras medidas tomadas
por los respectivos gobiernos para hacer frente a la crisis fueron, en general,
un fracaso, lo que produjo un acusado descontento popular. Las ideologías
antiliberales y anticapitalistas se extendieron. Por un lado, por la izquierda
el socialismo y el comunismo; por otro lado, la derecha, las tendencias
autoritarias y, los fascismos. Los extremistas reclutaban a sus militantes y
simpatizantes entre las víctimas de la depresión: obreros parados,
agricultores, clases medias arruinadas o sin empleo. Pero también los
intelectuales se alinearon en las posiciones opuestas al sistema.
El balance político fue
muy negativo para los regímenes parlamentarios. El autoritarismo se impuso en
numerosos países europeos y latinoamericanos. Las formas más brutales de
dictadura fueron los fascismos, que se extendieron por Europa. Por su parte, la
izquierda, adoptó una política de compromiso con los poderes establecidos para
intentar frenar la expansión del fascismo. Ejemplo de esta nueva posición fue
la constitución de los frentes populares a partir de 1936.
3.
La búsqueda de soluciones
Frente a las crisis
anteriores del capitalismo, la de 1929 fue de una gravedad total, que hizo que
la aplicación de las recetas tradicionales profundizara más. La evolución de la
economía capitalista no había sido nunca uniforme. Los ciclos económicos de
expansión y depresión se conocían desde el siglo XIX y eran aceptados como una
condición propia del sistema. Por otro parte, la experiencia demostraba que
estas crisis se superaban al cabo de un período más o menos corto de tiempo. La
novedad de la crisis de 1929 fue su duración y, su profundidad.
Para los economistas
liberales, la crisis eran desajustes pasajeros de la economía, consecuencia del
exceso de inversiones, que se paralizaban durante el período crítico, por la
debilidad del mercado y por la acumulación de stocks y, volvían a incrementarse
con la recuperación. El sistema parecía disponer de mecanismos correctores que
garantizaban la superación del proceso de crisis, las supervivientes estaban en
disposición de lanzarse a una nueva fase de expansión. Otra de las normas
fundamentales del liberalismo clásico era el papel secundario del Estado en la
actividad económica. La política estatal ante la crisis era la deflación: fomentar
la reducción salarial, equilibrar el presupuesto del Estado y defender el valor
de la moneda.
Basándose en estos
principios, los gobiernos se apresuraron a aplicar las políticas de deflación
frente a la crisis. Pero la generalización del proteccionismo comercial y de las
prácticas devaluadoras convirtió en inútiles estas medidas. Es el caso del presidente
Hoover de Estados Unidos, que convencido de que la crisis sería breve, adoptó
escasa y tardías soluciones. Las políticas deflacionistas tuvieron graves
consecuencias. En Alemania favorecieron el triunfo de Hitler y su ascenso al
poder. En estados Unidos, provocaron la estrepitosa derrota electoral de
Hoover, en 1932, ante su oponente demócrata Franklin D. Roosevelt. La gravedad
de la depresión hacía necesarias nuevas salidas, que aparecieron poco después
con el pensamiento de Keynes, el New Deal del presidente Roosevelt, las
primeras políticas socialdemócratas suecas o la política del Frente Popular
francés.
La política que mayor
resonancia tuvo frente a la crisis dentro del mundo capitalista fue el New Deal
(nuevo trato). Su mayor éxito fue devolver a su pueblo la confianza en la
recuperación, por medio de medidas novedosas. Estas medidas de carácter económico
y social, pretendían relanzar la producción, reanimando la demanda. Al ser
adoptadas desde el Gobierno, rompían con la tradicional inhibición del Estado
en el liberalismo económico clásico. Se reformó la banca, reforzando el control
de los poderes públicos sobre ella, al tiempo que se mejoraba la protección de
la clientela. La Administración contrató obreros en paro para realizar tareas
de equipamiento a cambio de un salario aceptable, llegó a tener hasta siete
millones de obreros en esta situación.
Con el fin de recuperar
la demanda, se aseguraron a los campesinos precios garantizados, y a los
trabajadores convenios colectivos con salarios mínimos y reducción de la
jornada de trabajo. La escasez de inversiones privadas fue suplida por la
inversión pública en grandes obras. Las actuaciones monetarias, como la
suspensión de la convertibilidad del dólar, buscaron propiciar una inflación
controlada que estimulara el consumo. El intervencionismo estatal alcanzó otros
campos, como la supervisión de la actividad bursátil, se impusieron cuotas de
producción a las empresas y a los campesinos. El New Deal impuso una
legislación encaminada a eliminar las situaciones más injustas, creándose el
primer sistema federal de seguro de paro y de pensiones, además de establecer
un salario mínimo y el horario máximo de trabajo. Los sindicatos se
convirtieron en interlocutores de los empresarios. Todas estas medidas
intervencionistas rompían con la tradición liberal y contaron con la oposición de
la gran patronal, aunque este sector se benefició de algunas decisiones como la
suspensión de la legislación anti trust.
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